miércoles, 13 de mayo de 2009

DE LA VIDA Y DE LA MUERTE



Siempre he pensado, ( y a ver como lo explico, que esto se me pone cuesta arriba), que si alguien te lleva en la memoria, y te recuerda con tanto cariño, como para hacer que una pobre locuela como yo, les cuente tus batallas a gente que no conozco de nada, y que ni siquiera se si les interesa saber que exististe, esta claro, que ni mil monumentos erigidos en tu nombre, podrían superar, esa forma de inmortalidad.



Siempre he pensado, que solo muere del todo, quien no es capaz a lo largo de su vida de dejar una semilla de cariño, que no solo con el tiempo no se seque, sino que cada día que pasa la semilla esta más florecida.



Por supuesto me estoy refiriendo a mi adoradísimo Pablo. Puede que de tanto hablar de él, haya alguien que piense en algún tipo de enamoramiento o algo por el estilo. Pero nada más lejos de la realidad. Afortunadamente , puedo presumir y presumo de tener amistadas masculinas a las que he llegado a querer muchísimo más que al hombre con el que me case. Como a un padre, en el caso de Pablo. Como a mi propio hermano, en el caso de mi amigo Jesús,(Que ganitas tengo de verte jodio.) Y otros tantos a los que no voy a mencionar, porque me faltarían parentescos.



Supongo que como a todos nos pasará, a partir de cierta edad, el ir de entierro, cada vez se convierte en algo más cotidiano. Procedo de una larga familia, por parte de madre, sobre todo, 11 hermanos, con lo cual el rosario de fallecimientos ha sido casi continuo, si las cuentas no me fallan, solo quedan cinco. Además del fallecimiento de mis padres. Algún vecino,, varias trágicas muertes de amigos en accidentes de coches, y un largo ecétera.



Pues a pesar de que han sido unos cuantos, el de Pablo, jamás se podrá borrar de mi memoria. Fue todo tan , fuera de lo normal, que ni incluso recordar ese momento tan triste, consigue borrar la sonrisa de mi boca. Durante el tiempo que duro el pequeño responso previo a la incineración, no podía apartar la vista de la cara de su mujer.



Jamás en mi vida desde que tengo uso de razón, he visto una expresión semejante, en la cara de una mujer, ante la perdida del ser que más había amado en su vida.. Ni un solo instante se borro de su cara una especie de sonrisa?. Había en su cara tal expresión de felicidad, que el permitirme yo una sola lagrima, delante de ella, me parecía inmoral.



Pero es que a mi lo me atravesaba el alma, es que era ella la que nos consolaba a los demás, Ella cuando oía un sollozo se volvía y mandaba una mirada de apoyo, con esa especie de sonrisa que no se borro en ningún momento de su cara.



Al día siguiente estuve en su casa, y ella estaba tal cual la ví el día anterio. Me contó su noviazgo, todas sus peripecias a lo largo de casi cuarenta años de matrimonio, me enseño montones de fotos, incluso llegando a carcajearse en el caso de alguna especialmente anecdótica. Hablamos de lo humano y de lo divino y ni en un solo instante cambio la expresión de su cara.



Yo que vengo de un matrimonio donde ha habido más sombras que luces, en un momento dado le pregunte, como era posible, haber podido mantener esa llama durante cuarenta años.
Me cogió de la barbilla, y clavándome sus preciosos ojos verdes, que aunque decorados con unas arruguitas propias del paso del tiempo, seguían siento preciosos, y me dijo: Yo a Pablo, no es solo que le haya amado y le amare siempre, es que además le he admirado y le admirare siempre.



Yo sabia por boca de Pablo que ella era de familia más que bien., y él, hijo de uno de los sirvientes de su casa.. Según me contó ella ese día, se enamoro de él siendo a penas una niña de 10 años. El tenia 15. A los 14 años su padre, el de ella, decidió mandarla al extranjero a estudiar, y fue de tal calibre la depresión que cogió, que su padre temiendo por su salud, la llevo de vuelta a casa.



Quiso el destino que en esos dos meses que paso sin ver a Pablo, su padre, el de Pablo, había cambiado de patrón, y ya no trabajaba en su casa.. Al conocer la noticia, y desvanecerse la alegría que sintió al pensar en volver a verle, cayo en una profunda apatía. Dejo de comer, casi de hablar, y los médicos no daban con el motivo de su abatimiento, que por otra parte el padre no entendía, pues pensaba que el motivo de su pena en el extranjero era la separación de su familia.



Pasado casi un año en esta situación, el día que cumplía 16 años, su padre le organizo una fiesta, con sus primas, algunas amigas, y algunos amiguitos, hijos de amigos de sus padres. Una de sus amigas era hija del patrón donde trabajaba el padre de Pablo, al que requirieron para que llevara al cumpleaños, a la mayor de las niñas.



Pablo que también sentía lo mismo, se las ingenio para acompañar a su padre. Rosa , que no tenia ni idea del paradero de la familia de Pablo al verlos llegar, me contaba que se le “esponjó” el alma, y le pidío a su padre que Pablo también se quedara.



Qué cambio no vería en ella su madre durante esa tarde, que de pronto descubrió el motivo de su aflicción. Según me contaba Rosa, esa noche escucho una fuerte discusión entre sus padres, en el momento más álgido de la bronca escucho decir a su padre, antes la meto en un convento que verla casada con el hijo de un sirviente.(Se me ponen los pelos como escarpias).



Esa noche Rosa decidió que se dejaría morir, sino podía estar con él. Y así se lo dijo a su madre a la mañana siguiente. A penas pesaba 35 kilos, y su madre pensó que sino tomaba cartas en el asunto su hija fallecería. Tras mucho batallar con el padre, al final consiguió de éste, que si cumplidos los 18 seguía en el mismo empeño, accedería a que entablasen “relaciones”.



Me contaba Rosa con una amplia sonrisa, que su padre durante esos dos años hizo lo humano y lo divino, para que se relacionara con chicos de su mismo “linaje”, pero ella, que durante ese tiempo conservo intactos sus sentimientos a pesar de no verle ni una sola vez, se agarro a la firme promesa que su madre le hizo, de que si llegado el momento, su padre ponía alguna objeción, ambas abandonarían la casa.



El mismo día que Rosa cumplió 19 años, se convirtió en la feliz esposa de Pablo, ante el estupor de todos cuantos conocían a su familia. Según me contaba Rosa, ni un solo día, se arrepintió de su decisión, a pesar de haber tenido que pasar algunas penalidades a las que no estaba acostumbrada. Para su padre, Pablo fue el hijo que siempre deseo tener,., Honrado, trabajador, decente, buen marido, buen padre, excelente amigo (esto es de mi cosecha). En definitiva, y de momento si nadie supera el listón una de las mejores personas que he tenido la suerte y la felicidad de conocer en mi vida.





Tengo que confesar que he leído muchas novelas de Corín Tellado, pero una historia de amor como esta, no la había escuchado jamás. Y menos contada por su protagonista.


Dedicado al de las dos preguntas........