miércoles, 6 de mayo de 2009

VER PARA CREER



A los que tenemos nuestros cinco sentidos, imaginarnos como es el día a día, de un sordomudo, un ciego, o una persona con limitaciones físicas nos parece enormemente complicado.

Vivimos en una sociedad, en la que en absoluto se tiene en cuenta las dificultades con que se encuentran estas personas, a la hora de realizar la tarea más simple. La eliminación de barreras arquitectónicas sigue siendo una utopía, incluso hay leyes que en la práctica no se respetan. Conductores carentes del más mínimo civismo, que no dudan en aparcar en una `plaza, reservada para minusválidos, con la pueril excusa de que es solo para un momento.
En mis primeros años de matrimonio tuve la oportunidad de conocer a una persona ciega.
Era la segunda esposa del padre una amiga mía.

Paqui se había quedado ciega a consecuencia de un glaucoma, que por otra parte se le agravó, a consecuencia de un embarazo problemático a una edad más bien avanzada, tenia entonces 43 años.

Lo cierto es que se le juntaron tantas cosas a un tiempo, pues siendo pequeña la niña, se quedo viuda, que se le vino el mundo encima.
Tuvo oportunidad de aprender a manejarse sola, la Once, funciona de maravilla, pero ella se negó. Cayo en tal estado de apatía, que de no haber sido por mi amiga, no se sabe que hubiese sido de esa niña, y de Paqui. Sus vecinas se ocupaban de la pequeña, y mi amiga a la cual acompañaba con frecuencia, era quien se encargaba de tenerle la casa un poco al dia, hacer la compra, dejarle comidas preparadas …. En definitiva, lo imprescindible, para poder llevar una vida medianamente digna.

Por ser este el único ejemplo cercano que tenia de una persona privada de visión, quizás la situación que se produjo en la segunda carrera que hice en el taxi, me sorprendió aún más.
Salio todo tan genial con mi primera pasajera, que volví para el centro, pensando que aquello era coser y cantar. Tengo que aclarar que con el entusiasmo y los nervios se me olvido poner el taxímetro, y al final la lleve gratis ….

Cuando llegue a la altura de la parada de taxis, comprobé que ya casi no había gente, solo dos personas, y me dirigí allí sin dudarlo.
El primero era un señor, de unos cincuenta años, bien vestido, con su maletín y unas gafas oscuras …..

Cuando abrió la puerta, ví que tanteaba con la mano, y se me cayo el mundo encima. Rápidamente empecé a decirle, que no podía llevarle, que era mi primer día como taxista, que estaba muy nerviosa, que no sabía las calles, que por favor esperase a otro compañero.

Pero el señor ni se inmuto, me dijo, -tranquilícese señora yo le indico. Usted?????- como me va a indicar???? Pero él insistía, -conozco el camino señora, lo hago todos los días.
Llego otro taxi y se coloco detrás de mi, esperando a que yo saliese de la parada, pues ya había cargado. Pero yo me baje echa un mar de nervios y le dije al compañero que por favor se llevabas a mi pasajero, que era ciego, y yo no sabía las calles. Pero la otra persona que había en la parda, ya se había montado, y el taxista paso olímpicamente de mi.

Volví a meterme en mi coche, sin saber ya que decirle, no quería ofenderle, solo quería que entendiese, pero él no se apeaba del burro … ni del taxi.
Yo pensaba en Paqui, incapaz de manejarse sola, había que llevarla al médico, a comprar ropa,.. jamás salió de su casa sola ….

Total que al final me santigue, me dije tierra trágame, que sea lo que dios quiera. Y arranque. El señor tranquilamente me dijo, siga todo de frente, hasta que pasemos cinco semáforos, en el quinto vera usted a su derecha una tienda de coches muy grande de la Nissan, allí giramos a la derecha, y después etc etc, etc. Cruzamos medio Madrid ….

Cuando llegamos al destino , me indico una papelera y un árbol, y me dijo que parase en medio.
Justo en frente había un banco. Por el camino me contó que era el interventor, de dicha entidad. Que era ciego de nacimiento, y jamás había tenido un solo problema, para moverse, no ya solo por Madrid, sino por cualquier ciudad de España, he incluso por motivos de trabajo dos veces al mes iba a Suiza.

Por supuesto que desde ese día, dejé de sentir lastima, cada vez que veía una persona ciega por al calle
Una tarde unos cuantos años despues, a la altura del Palacio de los Deportes. , me paro Serafín Zubiri, encantador! Llevaba un perro precioso, que se coloco entre sus piernas, y no apartaba la vista de la carretera. La carrera dio de si, para una agradable charla, y entre otras cosas, le conté, lo que me paso con mi segundo pasajero, y se moría de risa.

Cuando llegamos al destino me pidió si podía tocarme la cara, que queria "ver" mi sonrisa, por supuesto le dije que sin problemas., y sin cortarse un pelo, me arreo un pico en todo el morro en medio de la puerta del sol.

Por supuesto que desde entonces he comprado todos sus discos.