domingo, 26 de abril de 2009

QUERIDISIMA TANI


La primera vez que te vi estabas entre cristales rodeada por al menos una decena de Guardia Civiles, mientras miles de personas impedíamos que injustamente te ingresaran en la cárcel.. Hacia menos de dos meses que sabía de tu existencia por los medios de comunicación. Me impactó tu historia y entre varios amigos y conocidos comenzamos una lucha, que jamás pensamos que llegara a tomar las proporciones que tomó.

Quiso tu angelito de la guarda que el alcalde de nuestro queridísimo pueblo, que hoy es el tuyo también, tomara cartas en el asunto y emprendiéramos una lucha sin cuartel, para impedir que se cometiera tamaña injusticia contigo, como pretendían nuestras leyes, que no entienden de sufrimientos ni de sentimientos.
Tu calvario terminó una noche, que harta de palizas y vejaciones, dijiste ó tu ó yo, y acabaste con la vida de tu marido. Eran demasiadas las cicatrices, físicas y morales, y varias las placas que llevabas en la cabeza debido a los brutales golpes que te propinaba, el que un día, otros decidieron por ti, sería el padre de tus hijos y tu compañero en la vida hasta que la muerte os separase.

Pero comenzó otro, y no menos ingrato y cruel. Ahora la justicia te pedía cuentas, esa justicia injusta, que no entiende de sufrimientos, ni de sentimientos, y te condenaron. Clamaste al cielo por haber nacido, pero abatida ofreciste tus manos, para que te pusieran los grilletes.

Pero algo bueno te tenía que pasar en la vida, después de tanto sufrimiento, y aquella tarde, la de tu ingreso en prisión supiste que no estabas sola, que estábamos dispuestos a que las “lecheras” de los antidisturbios nos pasaran por encima, antes que permitir que te metieran para dentro. Aquella imagen tuya abrazada a tus hijos, no la podré olvidar jamás. Luego llego aquel señor tan pomposo, escoltado por coches oficiales y todos nos quedamos mudos. Hablo con nuestro querido y valiente alcalde, mientras todos esperábamos con el corazón en un puño.

Cuando le abrieron paso y se pudo acercar a ti, vi su cara de felicidad y supe que habíamos ganado la batalla. Algo te dijo, te abrazo y tú te desmayaste.

Por megafonía nos explicaron que el señor pomposo había hecho la firme promesa a nuestro alcalde que si recogíamos medio millón de firmas pidiendo tu indulto, revisarían la sentencia. Y vaya si lo conseguimos Tani, y nos sobraron. Seguro que esos dos meses que estuviste encerrada se te hicieron eternos, pero sabias que fuera estábamos luchando con uñas y dientes.

El día que llego el papelito donde decía que eras libre, que al día siguiente a las 8 de la mañana se abría la puerta para ti, esa puerta por la que no debiste pasar jamás, nuestro pueblo fue una fiesta. Salimos todos a la calle y los que pudimos nos fuimos para la cárcel, queríamos que nos oyeras, que supieras que te estábamos esperando.

Cuando llegó la mañana, con las primeras luces la entrada se lleno de autocares, familias, mujeres con sus hijos, y como no, llegaron los que sin a ver movido un dedo, querían salir en la foto. Pero ya daba todo igual. A las 8 en punto apareciste a lo lejos, con tu maletita, y chillamos, reímos, lloramos. Te tuvieron que escoltar, como al señor pomposo, por miedo a que con la efusión y el ansia de querer abrazarte, hiciéramos contigo lo que no consiguió el indeseable que te amargo la vida.

Te vi pasar por delante de mí, con las manos puestas en las ventanillas del coche. Esa es la última imagen que tengo de ti.

Sé por amigos, que sigues bien, que eres feliz junto a tus hijos. Como soñar no cuesta dinero, de pronto imagino que por una casualidad del destino hoy entraras aquí y leyeras esto. Para que sepas que no me he olvidado de ti.


Para Tani, una mujer valiente.