jueves, 16 de abril de 2009

LAS VUELTAS QUE DIO EL JAMON


No sé muy bien porque, los taxistas tenemos fama de chorizos. Es frecuente, por lo menos aquí, en Madrid, que la TV autonómica, se nos despache, con un programita de investigación, donde un periodista haciéndose pasar por un cliente extranjero y despistado después de tomar en la termínal internacional unos cuantos taxis, consigue dar con el desaprensivo de turno.

Eso sí, en el reportaje, siempre tapan la licencia y la matricula del coche. Cosa que no entiendo. Sí tiene usted las pruebas grabadas de que ese señor le esta estafando, coño, denúnciele!. Poque de lo contrario, lo que a mi me queda, es que lo hacen con la única intención de desprestigiar al gremio.

Pero curiosamente, nunca han hecho un reportaje, donde expliquen las mil y una argucias, que a menudo emplean los clientes, para tratar de engañarnos.

En una de esas tardes de charleta que pasábamos en la estación Sur de autobuses, contaba un taxista, con el consiguiente descojone de los presentes, lo que le habia ocurrido esa misma mañana.

Circulaba el compañero, por la Castellana, cuando en la parada que hay bajo el puente de Juan Bravo, le levanto la mano un señor muy bien vestido. Llevaba en una mano, su “ataché” y en la otra un jamón. Muy solicito se bajo el compañero, para abrir el maletero, y al tomar el jamón comprobó, que pesaba bastante, y que del envoltorio asomaba una reluciente pezuña de color negro.

El cliente le comentó, que necesitaba hacer varias gestiones, y que si no le importaba esperarle para no tener que andar buscando taxi, que si en alguno de los sitios a los que debía acudir, le era complicado detenerse, que no había problema, que diese una vuelta, que él le esperaría en el mismo sitio.

El taxista emprendió la “tourne”, y un par de horas después, el contador ya marcaba más de 200 euros, El cliente era un señor educadísimo, que incluso en una de las paradas que hicieron, le invito a bajar del vehículo, para tomar un café, que en deferencia, a la buena suerte que había tenido esa mañana, fue éste quien amablemente, pago el desayuno de ambos.

Después de esa parada, le indico el cliente que se dirigían hacia el hospital Ramón y Cajal,, esa era la última parada, que después tenia que ir a Toledo, al hospital de tetrapléjicos, a ver a su madre. Le comento, que cuanto le cobraba por llevarle a Toledo. El taxista a esas alturas, ya se relamía de pensar en la recaudación. Entre unas cosas y otras al mediodía llevaría más de 500 euros,.
Cuando llegaron al Ramón y Cajal, el cliente le dijo que tardaría como media hora, y después partían hacia Toledo.

El pobre “candido”, estaba tan contento, que incluso llamo a su mujer, pues al día siguiente, viernes, libraba, y le dijo que prepara, cuatro cosas, que se iban esa tarde para el pueblo a pasar unos dias, pues debido a su buena suerte, ese fin de semana se lo tomaba libre.
Cuando llevaba casi una hora esperando, le empezaron a asaltar los peores temores, se empezo a poner nervioso, ante la tardanza del cliente. Se acerco varias veces a la puerta, paseaba inquieto de arriba abajo, pero el señor no aparecía.

Cuando faltaban cinco minutos para las dos horas esperando, decidió marcharse. No entendía nada, .y le sabia mal irse, pero no sabia que hacer, Solo le quedo el consuelo, de pensar en el estupendo jamón de pata negra que llevaba en el maletero.
Trabajo incansable hasta bien entrada la media noche, para poder recuperar la mañana perdida. Por supuesto previo aviso a su mujer, de que ya no había fin de semana en el pueblo, pero a cambio se incharían de jamón del bueno.

Llego a casa cansado y con la recaudación mermada, debido al “incidente”, al que aún no encontraba explicación. Su mujer le consoló, diciéndole que por lo menos se iban a poner morados de jamón. Poco les duro el entusiasmo al abrir el envoltorio y comprobar, que de la extremidad porcina, solo quedaba un repelado garrón, eso si , con su pezuña reluciente.