lunes, 27 de abril de 2009

EL RELOJ



Hace apenas unos días, aquí mismo, sentada en esta misma silla, y ante el mismo ordenador escribía, que para mi, desde hace años el día de mi cumpleaños, no es precisamente uno de los más agradables de recordar.

Decía aquí mismo, que este regalo seria muy difícil de superar. Pero este año, pereciera como si mis amigos os hubieseis puesto de acuerdo, para darme una sorpresa tras otra, a cual más grande que la anterior.

Si fuera acojonada, pensaría que me estoy muriendo, y lo sabéis todos menos yo. Pues es increíble como entre unos y otros me habéis dado de lleno en la diana. Tengo la sensación de que os hubieseis puesto de acuerdo, para concederme un último deseo.

De verdad que no me imaginaba que pudiera recibir una sorpresa mejor que esta, pero estaba equivocada..

Por motivos de espacio he tenido que repartir la celebración en dos tandas. En principio la tanda más numerosa seria el Domingo al medio día. Pero en ese sector se encuentran los que gustan de las sobremesas regadas de buenos cubatas, y todos ellos a media tarde, se van a sus casas, pues al día siguiente tienen que ponerse en marcha, a horas más bien tempranas.

Total que el Sábado a medio día, mientras comíamos en la parcela de mi amigo Jose, que celebraba también su cumpleaños , me empezaron a dar la bronca, que si mejor lo celebrabamos esa noche, que así podian beber, que si tal y que si cual…..

A mi realmente me daba lo mismo, así que les dije que, sin problemas, ya tenia todo comprado, así que solo era cuestión de adelantar los preparativos.
A media tarde me vine para casa, y me puse manos a la obra, les dije que sobre las 9 era buena hora.

La primera sorpresa, me la dieron Jose, Domingo y Ramón. Faltaba ya poco para las nueve, y de pronto oigo cantar en la calle, me asomo por la ventan del salón, y me los veo allí a los tres, guitarra en ristre, cantándome una canción de tuna. Creí que me meaba por las patas abajo. Voy a intentar poner la foto, si lo consigo será un milagro.

Pero el sorpresón vino más tarde. Hacia más de un año, le había dado a Domingo, el reloj que presidio el salón de la casa de mis padres durante toda mi vida, hasta que me casé. No sé los años que llevaba sin funcionar, pues sabia que el arreglo era costoso. Es un reloj antiquísimo, y mi padre lo tenia en gran estima. Tras el fallecimiento de mi madre, yo me lo lleve, de esto hace casi 6 años, y me había prometido a mi misma, que costase lo que costase, algún lo arreglaría, pues volver a escuchar esas campanadas, era casi una necesidad vital.

Esas campanadas me habían acompañado, gran parte de mi infancia, toda la adolescencia, y la juventud, hasta los 19 años, cuando me casé.
Domingo ya me advirtió que no era fácil, el no podía arreglarlo, la maquinaria es demasiado antigua, encima perdí una aguja, el día que se lo lleve a su relojería. Pero después de saber lo que significaba para mi ese reloj, me prometió, que aunque tuviese que fabricar las piezas que estaban mal con sus propias manos, no me podia decir el tiempo que tardaría, pero que volvería a ver ese reloj funcionando.

Cuando terminamos de cenar, Domingo salio a la calle, dijo que iba al coche, casi ni me enteré, andaba entre el salón y la cocina, y de pronto le vi. Lo traía en sus brazos. Me quede paralizada, sin habla, no podía ni llorar, ni reír. Quería tirarme a su cuello, comérmele a besos, pues encima da casualidad, que se parece muchísimo a mi padre, y por un momento la imaginación, me llevo treinta años atrás, y no veía a Domingo, veía a mi padre, siempre con su sonrisa amable, igual de delgaditos. Da la coincidencia que mi padre era relojero y también amaba los relojes.

Lo primero que hacia cuando se levantaba era dar cuerda al reloj del salón, No recuerdo que nunca nos dijese que no lo tocásemos, pero si recuerdo que siempre advertía a mi madre, que si alguna vez le daba cuerda, tuviese cuidado en quedarse un poco corta, no fuese a saltar la cuerda.
Faltaban pocos minutos para las 12, cuando Domingo termino de instalarlo en mi salón. En los pocos instantes que pasaron hasta que comenzó a sonar, me ví de pequeña, cuando los cumpleaños eran tan felices. Los tres hermanos con nuestras bromas. Yo siempre la más revoltosa, pero siempre feliz.
Alguien encendió las velas, y dijo piensa un deseo. Pero a mi ya no me quedan deseos que pedir para mi.


Pedí, que Jari se cure completamente.

Pedí que Elena, sea capaz de despertar cada mañana y ver lo bueno que tiene a su alrededor, para que el pasado sea lo menos doloroso posible.

Pedí que azazel, no pierda nunca su frescura, y me siga alegrando con sus paranoias.

Pedí que bambi no pierda nunca la paciencia conmigo, y reciba de la vida, tanto como es capaz de dar.

Pedí que sin humos deje los ansioliticos, porque todo este bien.

Pedí que Lexias y Alexey se nos pongan buenas del todo.

Pedi que mi amiga rubita se ponga bien de sus ojitos.

Pedí que marulo, no se canse nunca de leernos y de contarnos.. Y que mmaitel siga siendo mi amiga.

Pedí que algún día podamos conocernos y darnos un achuchón de los gordos.

Pedí que a Ventura y Estrella, la vida les de un respirito, y que nunca dejen de ser mis amigos.

Pedí que a mis hijos nunca les pase nada malo.

Pedí que a mi familia la vida siempre les sonría.


Aquí dejaron de sonar las campanadas, y en ese momento supe que ya nunca más volvería temer que llegase mi cumpleaños.



GRACIAS A TODOS, SIN VOSOTROS ESTE MILAGRO NO HUBIESE SIDO POSIBLE